NOSTALGIAS
Tienen sus uñas clavadas en mi espíritu. Son el sentir básico de todos los otros.
Usted dirá que tengo confusión de tiempos. No señor, no es así: están tan arraigadas en mi interior que el hoy es tan presente como el ayer y como el mañana.
Usted dirá, además: es loco amar apasionadamente unas montañas demasiado lejanas en el espacio. Lejos sólo en lo geográfico. Espiritualmente, tan cercanas, que las siento instaladas en mi plexo.
Podrá decir también que es sólo un espejismo mental. Yo le aseguro que son una presencia tan vital, como ahora el jardín de mi casa.
La historia es que se afincaron en mí desde que nací. A partir de eso y según la dirección en que yo girara la cabeza, estuvieron ahí: enormes, imponentes, reales como mi propia existencia. Y tornasoladas, según el color de la estación. En invierno fueron blancas con manchones rojizos, anaranjados y violeta. En verano, eran azufre, claroscuro de marrones y algún dejo turquesa. Significaron la confirmación viva de estar vivo.
Por eso cuando tuve que desarraigarme de mi tierra, las busqué incansable, hasta encontrarlas en todas las esquinas, en todos los horizontes, en cada momento; porque, como le dije señor, tienen sus uñas clavadas en mi espíritu.
Marcia Suárez