Oren y velen – Regina Bartkow

Mi poesía anhela ser como el pecho amante y seguro de esta madre, Leila Pol, sobre el que reposa confiada y serena, su hijita Malena, mi nieta.
En largas noches de insomnio y días taciturnos de aislamiento, abrí las rejas impiadosas de las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus y busqué refugio en los brazos de la madre poesía.
Ella me dio consuelo. Como una madre amorosa me arrulló en su musical danza de palabras, pausas y suspiros.
Ojalá, uno solo de estos versos, sea como ese arbusto mencionado por Jesús en el Evangelio, que creció de una semillita de mostaza y los pájaros del cielo hallen cobijo en sus ramas.