Este libro se lo dedico a un mago ilusionista, al que le encanta sacar de la galera todo lo que la gente necesita y le pide humildemente...

Aquel que, en mis épocas difíciles, con su fantasía y su poesía, me iluminó el corazón y me enamoró perdidamente.

A ese hombre que, detrás de muchos pañuelos de colores, hace volar palomas blancas como anunciando paz y bienestar.

Para el padre de mi hijo, que sabe ponerle límites, jugar con él y enseñarle las mismas ilusiones.

Para él, que comprende sabiamente la trama de los juegos en red como si fueran telarañas y sabe hacer de la política un arma para ayudar y cumplir sus objetivos, “jugándose fuerte” por sus principios y valores, con lealtad y firme convicción.

Para ese ser humano, que a veces ríe y otras veces llora, acompañando el dolor ajeno en los momentos de tristeza, angustia y pesar...

Con él comparto Las huellas del ayer, y junto con todos ustedes, soñadores, que buscan la magia de un mundo ideal.